¡Lo
volví a ver! Todo empezó el viernes por la noche. Mi primo, Gerardo, me invitó
a festejar su cumpleaños. Yo no tenía muchas ganas de salir y veía difícil que
mi mamá me dejara ir. Gerardo llegó a las siete de la noche para convencer a mi
mamá, pero ella aún no llegaba de trabajar. Mi primo empezó a desesperarse,
pues ya eran las ocho y media y mi mamá no aparecía. Luego de que llegó mi
mamá, mi primo corrió a pedirle permiso para que me dejara ir con él. Ella solo
torció la boca, pero me dio permiso de salir. Lo raro es que no me puso
condiciones. A lo mejor porque estaba cansada.
Jerry,
como le dicen sus amigos, y yo llegamos a las nueve y media al bar. Todos sus
amigos estaban esperándolo adentro. Le dieron una gran sorpresa. Él como no los
vio
afuera, pensó que no iban a ir o que ya se habían ido. Yo creo que si lo
planean, no les sale.
El
ambiente estaba muy bien. Todos bailando y cantando. Después de un rato,
pusieron una canción que se llama “Shot” y uno de sus amigos, Mauricio, tuvo la
grandiosa idea de que Gerardo se tomara veintiún shots por sus veintiún años. Yo, como buena prima, le dije que no lo
hiciera porque tenía que manejar y llevarme a mi casa, pero no me hizo caso y
me dijo que él luego se preocupaba por eso. Empezó a tomarse los shots. Sólo
llego a los quince. Pobre de él.
Después
de eso me fui a bailar con los pocos amigos y amigas de mi primo que quedaban
de pie. En eso, me volví hacia las escaleras y ví bajar a Daniel, un amigo de
la secundaria que me gustaba mucho. Dejé de bailar cuando lo vi. No podía moverme,
me puse nerviosa y roja. Parecía jitomate. Vanesa, una amiga de Gerardo, se dio
cuenta de cómo me puse. Me dijo que me tranquilizara y que le hablara. Una
parte de mí quería, pues ya tenía un rato sin verlo y me gustaba, y otra no.
Ella me seguía insistiendo y en eso Daniel se acercó a nosotras. Nos saludó y
nos presentó a sus amigos. Después de unas cuantas canciones parecía que Vane y
yo veníamos con ellos en vez de venir con Jerry.
Nos
la estábamos pasando increíble hasta que vimos el reloj. Ya eran las dos y
media de la mañana y yo ni sabía como me iba a regresar a mi casa. Vanesa se
ofreció a llevarnos a Jerry y a mí. Daniel nos ayudó a subir a
Gerardo al carro. Cuando nos despedimos, me pidió mi número: ¡Obvio se lo di! Fue
una de las mejores noches que he tenido.